sábado, 2 de novembro de 2013

Luis Marré, Poemas.

LOS OJOS
Los ojos en el fresco
quiero abrir, romper el vaho
de estos sueños, mirar por un instante
las cosas bajo el orden y la luz increíbles
del otro sueño, la realidad,
sueño de
Aquel que Nos Sueña,
y en su momento sorprender la llama
de mi acabamiento.
__ Sólo
quiero, en fin, un instante lúcido
y entre tanto ardimiento, abrir
los ojos en el fresco.

OSCURO ALIENTO
¿De quién es este oscuro aliento
que vela los cristales
y ciega
las aguas donde el rostro
busco de mi desconocido?
Acaso es tuyo, ángel o demonio de la sangre,
y preguntar no debo más que a ti
por quien tan bien conoces.
Quién sabe si eres tú
el único que lo conoces, ¡oh sabiduría
siempre olvidada!, y sólo
somos éste (el desconocido)
y tú que callas siempre tu mandato.

JUICIO
He aquí que de pronto recuerdo,
y me digo: he vivido.
Aquí, en mí, tengo que decírselo
a alguien, a fin de que corrobore mi certeza.
Una y otra vez digo: he vivido.
Y el incrédulo desmiénteme, replica:
Conozco cuanto sueñas,
niño mío. Ya
iremos a conocer la vida, a comprobar
los frutos:
quiero de ti un testigo lúcido.

EL CULPABLE
Sobresaltado sueño
el sueño del culpable. Sueña
a su abuelo volteando un niño
frente a un muro, y despierta
al punto que el abuelo airado
abre la mano.
El culpable sueña a su padre
niño aún, inocente…
La luz va a él para herirle, para
cegarle, tropieza con ella
como con un cuchillo con el rostro
de la Ira.
El culpable recuerda a Isaac,
a Isaac, inocente cuello,
y al cuchillo de Abraham
devolviendo el rostro del ángel
de Dios.

AL PREGONERO DE SANTIAGO
Al pregonero de Santiago,
al aire príncipe
entre las rosas de mi padre,
a las nostalgias vespertinas
- aquellas de las tardes húmedas
cuando la brisa huele a ramo
de novia muerta-, a
Doña Isabel de Bobadilla,
al viento, al que soy cuando sueño,
hice envíos lunáticos.
Y mi vida perdí
soñando las cantigas
del romero desventurado,
despertando, ay tan lejos
que nadie comprende esta lengua…
La culpa no conoce el polvo.
Espalda
de nazareno no hay que quiera culpa
ajena.
Vamos a repartírnosla.
porque me oías y no me anunciaste
la proximidad del nuevo día,
eres culpable: somos muchos
a pagar.
Va
a reventar de cantos la alborada
cuando vayamos a cumplir la deuda
alegres, poetas, alegres
de saber el destinatario…
Porque los nuevos cantos son
para el alba reciennacida.

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